La era Pablo López en Malvín terminó, pero su marca en la historia será imborrable. Desde la pluma y el corazón del hincha, le dedicamos esta columna.
¿Cómo empezar con esto? ¿Cómo él, que llegó como un simple entrenador, puede despertar tantos sentimientos? Porque fue referente de la misma, y cambió su historia para siempre, construyendo gloría eterna.
Y si, hablamos de él, del gran Pablo López, el mejor entrenador de la historia de nuestro básquetbol. Uno de los únicos que pudo durar tantos años en un club, haciendo todo por él, dejando alma y vida y sabiendo qué hacer en todo momento.
Sus gestos con el hincha, el jugador de formativas, la abuela que pasa caminado por la puerta del club, el famoso “jefecito” -cuidacoches del club-, cada uno de ellos lo hacen ser especial.
Pablo es -y seguirá siendo- el máximo referente en la historia del club. Y uno se pregunta, ¿por qué? Es que, desde que llegó, fue generando una revolución para que Malvín sea el mejor club del básquetbol posible, profesionalizándolo y llevándolo a ser el máximo ganador de este siglo.
Es y será un histórico y referente en el barrio, al que comandó, llevó a la gloría y le dio tantas alegrías. Llegó para quedarse, y aunque hoy lo toque irse, la institución le debe todo, en todos los aspectos.
Un señor. Humano, con calenturas dentro y fuera de la cancha, pero a quien el hincha playero ve como alguien especial y que ahora no estará más allí cuando mire hacia el banco que da a la tribuna 5 de febrero. Y no solamente en primera, sino en cada juego de las divisiones formativas a las que guió de cerca.
Dijimos 5 de febrero, fecha patria para el glorioso Club Malvín, el comienzo de un camino hacía 5 fechas más contando su cumpleaños. Y en todas ellas, Pablo estaba allí.
Marcó el caminó y dejó un legado. Entre muchas frases que marcaron para siempre a Malvín y al básquetbol en sí, como el “Defensa nos pone campeón”, “Me siento Malvín” o “Hagamos a Malvín campeón”.
El sentimiento de vacío es inevitable, un vacío que todo playero siente, que no tiene explicación y que no será fácil de superar. Pero es preferible quedarse con todos los recuerdos positivos de la era López.
Los números mismos lo marcan, pero qué le importa al hincha. Quién lo ve desde afuera no entenderá, pero el socio, el hincha, sabe lo que es Pablo López para Malvín. Un loco divino, siempre con la mejor, ayudando a los jóvenes, sentádnose domingo a domingo a ver a las formativas, marcarlos, corregirlos, ayudarlos, estar con ellos.
No hay dudas que ha marcado a muchísimos jóvenes que entrenaron con él y escucharon sus consejos. No sólo sus jugadores, también los rivales, que siempre lo respetaron y tomaron sus comentarios para mejorar.
Es que, al fin y al cabo, en Pablo se representa cualquier hincha playero, por cómo lo vive, por cómo siente al club. Lo vive de igual manera, lo respeta, lo representa, lo hace ser grande. En cada grito, en cada jugada, en cada indicación, por que su palabra es sagrada.
Se podrá tener alguna diferencia, pero dejó alma y vida, se desvivió por el club y representa a todo hincha de Malvín que ama al club por sobre todas las cosas, como el lo hizo durante 15 años.
El playero deberá estar eternamente agradecido a Coach López, porque está claro que le debemos la vida, la institución y la gloria.
Simplemente, Pablo López es Malvín.