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Todos unidos venceremos

Publicado por Franco Saxlund el abril 8, 2021
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  • Nacional
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  • Nacional

Nacional logró su cuadragésimo octavo Campeonato Uruguayo de su historia, mucho le debe a tener la casa en orden, y a su cantera inagotable.

Nada nuevo bajo el sol si decimos que Nacional es el equipo más dominante del Siglo XXI en nuestro país. Los números lo reflejan y a eso, no hay con que darle. Nacional ha ganado 12 de los 22 Campeonatos Uruguayos que se han disputado del 2000 a esta parte, duplicando a Peñarol que apenas ganó seis y muy lejos de los tres títulos obtenidos por el Danubio Fútbol Club. ¿El otro? De Defensor, en 2008. Esos dos últimos equipos, curiosamente han descendido a Segunda División y el último no logró ganar nada en la década que se cerró este miércoles.

¿Cual fue el punto de inflexión para que Nacional esté como esté hoy? Las cosas no se cambian de un día para el otro, porque más allá de que el bolso no gana título internacional alguno desde el año 1989 (la Recopa Sudamericana, ante Racing) y tras una década de 1990 nefasta desde todo punto de vista, las bases se sentaron desde la dirigencia de Dante Iocco a fines del siglo pasado. Desde allí, primó la coherencia institucional y un puntal muy importante: apostar a la gente de la casa. Como se denomina por parte del equipo tricolor, a la Cantera Inagotable. Y fue desde allí, en el año 98, con Hugo de León a cargo, que Nacional obtuvo un torneo clave. Sí, es cierto, que no pudo salir campeón en la temporada de sus 100 años. Pero luchó. Y otra vez se hacía presente en la Libertadores, algo que se repetirá por 25ª vez en este 2021, inigualable por cualquier otro equipo del continente. De León y Carreño iniciaron la senda ganadora. Tras un par de años de abstinencia, en 2005 y 2006, con Martín Lasarte, Nacional lograba otro bicampeonato. Algo coincidía: si no eran de la casa, habían sido campeones con Nacional. Tras el par de títulos de Danubio y Defensor Sporting, un veterano de guerra como Gerardo Pelusso, con una generación inolvidable integrada entre otros por Sebastián Coates, Nicolás Lodeiro y el inolvidable Santiago “Morro” García, obtuvo el título en 2009 en histórica definición ante Defensor Sporting, ganando tres de cinco finales. Tras un mal inicio en el Apertura 2010 por parte de Luis González (había sido campeón con Rocha del Apertura 2005), la dirigencia por entonces comandada por Ricardo Alarcón optó por Juan Ramón Carrasco. Siempre discutido y nunca perfil bajo, salió campeón gracias a un Marcelo Gallardo en el fin de su carrera, pero que aportó goles claves llegando desde el banco. Y ahí arrancó el camino del Muñeco como entrenador, hoy, campeón de todo en River Plate. Campeón Uruguayo. Y otro bicampeonato al bolso.

Cuando Nacional apostó a entrenadores de afuera del club, y a planteles que perdían ese sentido de pertenencia, generalmente no le fue bien. Porque quienes no eran uruguayos, como Gallardo, se sentían identificados enseguida con la institución. Para eso, necesitaban el famoso tiempo de adaptación. En 2012/13 el Bolso optó primero por Gustavo Díaz y luego por Rodolfo Arruabarrena. Nada funcionó, más allá de que el ‘Vasco’ siguió en el cargo después de una categórica derrota ante Peñarol y una eliminación humillante ante el por entonces ignoto Real Garcilaso de Cusco. Pelusso, en su retorno, terminó la campaña 2013/14, con más derrotas categóricas: en Rosario ante Newell’s y ante Peñarol, por 0-4 y 0-5 respectivamente. De esas derrotas categóricas, de la lona, Nacional siempre se levantó. Llegó Álvaro Gutiérrez para tomar al equipo tras la mencionada goleada clásica en contra, lo terminó clasificando a la Libertadores y a la temporada siguiente fue campeón haciendo 42 puntos de 45 en un Apertura arrasador y vencer a Peñarol en la prórroga en la recordada final ‘de la ambulancia’. En 2016, tras la salida de Gustavo Munúa en campaña que Peñarol obtuvo el título, pero que su Nacional llegó a cuartos de final con un rendimiento superlativo en Copa Libertadores, Lasarte volvió y fue campeón, logró su tercer título como entrenador. Pero al año siguiente y pese a lograr 83 puntos, con este mismo formato actual y el estreno del Torneo Intermedio (que obtuvo), renunció al cargo por perder en la última fecha con Sud América, que después descendió. Más allá de los nombres que pasaban, todos los equipos coincidían en algo: la presencia, siempre, de varios jugadores de la cantera que iban surgiendo.

Los golpes para Nacional seguían, porque Peñarol logró un bicampeonato tras 21 años y el club estaba hundido financieramente. Nacional había tenido un buen rendimiento futbolístico de la mano de Alexander Medina, entrenador que llegó desde la reserva. Una historia que se repetía, porque también había pasado lo mismo con Gutiérrez en 2014. José Decurnex arrasó en las elecciones de diciembre de 2018 y su objetivo primario era acomodar al club desde lo económico: sin perder el rumbo de ganar. Desde lo dirigencial, se optó por Eduardo Domínguez, un entrenador argentino sin paso por el club pero que tenía a su hermano Federico como segundo entrenador, uno de los históricos de la Libertadores y el Uruguayo 2009. El equipo jugaba bien y había ganado la Supercopa Uruguaya, pero las exigencias en el campeonato local eran altísimas y más allá de ir invicto en la Libertadores, debió salir tras una caída en Jardines del Hipódromo por 2-0 ante Danubio. Decurnex decidió echar mano a un viejo conocido de la casa, Gutiérrez, quien acomodó el rumbo, ganó el Clausura en final ante Peñarol y lo volvió a derrotar cuatro días después: Nacional volvía a conseguir el título después de tres años.

Terminaba el 2019 y Gutiérrez anunciaba que no continuaba en la institución. Nacional decidía darle una nueva oportunidad a Gustavo Munúa. Nuevamente, una excepcional campaña en la Libertadores puso a Nacional como uno de los mejores equipos de la fase de grupos: solamente perdió un partido, el último que dirigió por esa competición, ante Racing en Montevideo, cuando ya estaba clasificado. Pero el rumbo de Munúa arrancó malparido desde el inicio: una derrota en la Supercopa ante Liverpool, en tiempo suplementario, derrota ante Rentistas en febrero de 2020 y mal arranque: solamente dos puntos de seis en el Uruguayo, hasta la interrupción por la llegada del virus que nos azota por estos días. Tras cinco meses de parate, Nacional volvía a jugar ante Peñarol. En el Centenario no se veía nada y el empate se impuso. La irregularidad de todas formas se hacía presente en el Apertura y un sprint medio donde encadenó varias victorias al hilo, lo ponían en la lucha del torneo corto. Llegó a la penúltima fecha palmo a palmo luchando con Rentistas y si vencía a Boston River en el Paladino obtenía el título. No pudo. Tampoco ante Deportivo Maldonado en condición de local. Sendos empates 1-1 para forzar la final tras empate en 28 puntos ante Rentistas en el Centenario. Lo ya conocido. Victoria del Bicho Colorado en la prórroga con gol de Vega, y chau Munúa.

Allí comenzó la danza de nombres, que Gutiérrez, que fulano, que mengano. Ninguno de afuera: Jorge Giordano, funcionario del club que se desempeñaba como secretario técnico. Nunca brilló, nunca jugó bien, pero logró llevar al equipo tricolor a los cuartos de final de la Libertadores, con muchísimas críticas por su planteamiento en los dos juegos de octavos ante Independiente del Valle que se saldaron en doble empate 0-0. Luego, en cuartos ante River, cuando estuvo con once compitió, pero en Argentina se quedó con 10 por una lesión sobre el final de Renzo Orihuela y en Montevideo fue expulsado Rochet. ¿El saldo? Un 2-8, a criterio de quien escribe, categórico, pero bastante mentiroso. No había tanta diferencia entre los equipos, de hecho, en enero habían empatado 4-4 en un amistoso. Para colmo de males, surgió la situación ya conocida sobre fin de año y varios contratos decidieron no renovarse, entre ellos los de referentes de jerarquía como Gonzalo Castro, Sebastián Fernández y Claudio Yacob. Nacional debió rearmarse más como pudo que como quiso, y otra vez lo salvó la cantera. Sin Rochet por expulsión en el clásico del Intermedio, Centurión se calzó los guantes en la final del Intermedio y se quedó con varias pelotas claves, incluyendo en la tanda de penales, para quedarse con ese trofeo y la clasificación (como mínimo) a la Copa Sudamericana y la Supercopa Uruguaya, que será ante el mismo Wanderers. Ese triunfo, aunque el partido fue un 0-0 bastante chato, le dio oxígeno y motivación a Nacional para el Clausura.

Única competencia que disputaba en este primer semestre de 2021 y los pibes comenzaron a aparecer en cantidades industriales. Armando Méndez o Mathías Laborda en el lateral derecho, Guzmán Corujo en la zaga, Agustín Oliveros en el lateral (inamovible), el enorme Emiliano Martínez, Felipe Carballo a altísimo nivel, un Brian Ocampo totalmente motivado y desnivelante, y claro, en el área el gran goleador Gonzalo Bergessio. Todo, custodiado por Rochet desde el arco. Lo cierto es que Nacional luchó por el Clausura hasta la fecha 12. Hasta ahí, iba invicto y de forma insólita lo perdió ante un Danubio que allí comenzó una levantada que no le alcanzó, que no le dio para salvarse, pero sí para molestar a varios en sus objetivos y Nacional fue el primero. La siguiente fue ante Liverpool. El negriazul ganando era campeón y la goleada por 4-0 fue demasiado categórica. Resultado sacatécnico. El tricolor primero en la anual y Decurnex decidió sacar a Giordano del cargo y confiar ¿en quién? Otra vez, sí. En un técnico de la reserva: Martín Ligüera. No pudo ganar en su debut, cayó ante Boston River en un triunfo clave para el Sastre en sus aspiraciones de quedarse en Primera. Aún sin ganar el Clausura, ganó en Maldonado a Deportivo y se quedó con la anual.

Lo ya conocido. Ahí, Nacional se metió en las finales y no hubo paridad. Fue categórico. No jugó bien. No brilló. Pero en un campeonato irregular, el menos irregular de todos, se quedó con el título. Apostó a los jóvenes, como hizo en todo el siglo, y salió campeón con un plantel que terminó promediando el entorno de los 23 años, que terminó con 10 de 11 jugadores formados en el club en cancha (todos menos Rochet). Apostar a la cantera siempre da sus frutos, y mucho más en Nacional. Porque este bicampeonato, se debe en gran parte, a los pibes del club, que pusieron la cara mientras otros cometieron actos de indisciplina que significó que quedaran al margen de la institución más laureada del país por considerarse una falta de respeto a la historia de la más que centenaria entidad.

Por todo lo dicho, por tener una coherencia institucional de más de 20 años, es que la casa invita a creer en grande y confiar en los juveniles. Porque este Nacional, dando estos pasos, está para cosas grandes.

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Franco Saxlund
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