Sin ser un nombre tan conocido en las formativas uruguayas, ha tenido un rápido crecimiento que le permite estar hoy en Estados Unidos. “Hay Futuro” cuenta la particular historia de Juan Ignacio Bordoli.
Su inicio puede parecer similar al de muchos chicos, que pican la naranja en la escuela y luego van a un club: “empecé tirando en los aros de mi colegio y ahí me agarro Jeff (Granger) y me dijo que vaya a Biguá”. Luego de unos años en el Pato, también pasó por las formativas de Unión Atlética.
“Jeff Granger siempre fue mi persona a seguir dentro y fuera de la cancha. Fue quien me introdujo al básquetbol y me enseñó mucho” dijo al hablar de sus entrenadores, si bien destacó luego el trabajo de Fernando España, Nicolás Scarabino y Martín Andrade “con quien últimamente aprendí y mejoré mucho”.
Foto: Carlos Hugalde
“Cuando era chico siempre fui del equipo B y nunca me destaqué mucho” explica sobre su proceso de maduración deportiva. “Creo que lo que más influyó en eso fue que me desarrollé más tarde que todos”, aunque obviamente el trabajo fue determinante: “una vez que pegue el estirón, gane motricidad y coordinación. Ahí fue cuando me puse a entrenar mucho para mejorar”. Un ejemplo más de esos jugadores que explotan tarde, pero con un mensaje claro: “detrás de eso hay horas y horas dentro de un gimnasio”.
Quizá esto mismo haya sido lo que no le permitió participar del proceso de la selección 2002, junto con que “a lo que no estaba tan metido en formativas no me conocían mucho”. Pero la ilusión de ponerse la celeste siempre está: “representar a mi país en el Premundial siempre sería una experiencia muy linda”.
A la hora de describirse como jugador, es más fácil hablar de características que de puesto: “un jugador que tiene muchas opciones para anotar y que se puede adaptar a cualquier posición que le den”. El básquetbol americano quizá ayuda a definirlo como un combo-guard, si bien la intención es que pueda desempeñarse como base.
Formado en el Uruguayan American School, su obsesión es estudiar y jugar en Estados Unidos: “desde chico siempre quise llegar a jugar división 1 de la NCAA”. El colegio tuvo un papel fundamental en este objetivo ya que le dio “un conocimiento de todas las universidades”. Si bien todavía está en su último año de highschool, cuenta que le “gustaría estudiar la carrera de Business Management y si no se me da con el básquetbol, dirigir empresas”.
Si bien Bordoli había manejado opciones en otros estados, el inicio de la pandemia y una fractura en la nariz que lo obligó a operarse, complicaron la situación. Pero otro de los uruguayos que juega en Estados Unidos le contó sobre esta posibilidad con la que terminó firmando: “hablé con Gonzalo Gonzalvo y me dijo que estaban abriendo un Prep nuevo en Miami”.
El pasado lunes 3 de agosto Nacho viajó hacia Estados Unidos para enrolarse a Miami Prep: “era perfecto para mí y mi familia, además de ser donde tendría más exposición a scouts y los mejores preparadores para ayudarme a llegar a la NCAA”.
“La primera práctica me marcó, físicamente fue una locura. No me esperaba esa exigencia, no de fuerza sino más bien aeróbica” contó acerca de su primera impresión al entrenar allí. En su staff tendrá a Pilín Álvarez, reconocidísimo formador que ha enviado a más de 180 chicos a divisón 1, y a Juan Cardona como entrenador.
Sobre la parte basquetbolística, expresó: “me vi muy bien, aunque faltan muchos jugadores del equipo. Tengo que acostumbrarme al clima y al ritmo de juego que es un ida y vuelta constante”. Al respecto de lo que debe mejorar, Nacho profundizó: “me di cuenta que al no estar acostumbrado al ida y vuelta no podía ser yo mismo”, y por eso está trabajando mucho en la parte física.
Su rutina en Miami Prep comienza temprano, sobre las 7 AM cuando desayuna y sale a correr 5 kilómetros diarios. De 10 a 15 entrena, luego almuerza, descansa y a las 17 vuelve al gimnasio. A partir del 8 de setiembre comenzará las clases y allí su día se modificará un poco: “entro a las 8 al colegio, termino las clases cerca de 11.30 y desde las 12 hasta las 17 es la práctica del equipo”. Pero el trabajo no termina por ahí: “luego de eso viene la parte individual, que es lo que quiero hacer para lograr ganarme un lugar en una buena universidad”.
El entrenamiento extra y los cuidados no son una novedad, ya que desde chico tuvo que adaptar sus hábitos a su sueño de dedicarse al básquetbol: “más que nada fue en los fines de semana, los viernes no poder salir porque los sábados de mañana entrenaba, no poder comer cualquier cosa, acostarme temprano”. Lejos de estar arrepentido, se lo nota orgulloso del camino que ha hecho: “son decisiones que yo elegí tomar y que son para el bien de mi futuro”.
Estar lejos de la familia “no es muy fácil”, aunque ya tenía amigos allí a los que ahora se suman sus nuevos compañeros de equipo. “Lo bueno de estar lejos de casa es que te hace madurar un montón y te enseña mucho”, afirmó.
A la hora de hablar de referentes, una vez más nombra a su primer entrenador, Jeff Granger: “aunque no lo vi jugar me enseño mucho y me crió desde chico”. En la NBA admira a LeBron James: “por su forma de ser, su ética de trabajo y todas las características que lo hacen ser quien es”.
Para terminar, hablamos de sus objetivos a futuro: “jugar bien este año para poder graduarme y jugar División 1 que siempre fue mi sueño”. Centrado en el paso a paso reflexionó: “a partir de cómo me vaya veré hasta donde me puede llevar mi carrera”, aunque tiene claro cómo quiere hacer las cosas: “disfrutando y esforzándome en lo que sea que haga”.