Este es un post de apreciación a Victorio Maximiliano Pereira. Porque el Mono es de esos jugadores que son fáciles de criticar, por tener perfil bajo y no ser de aparecer en los medios, pese a que es una de las voces con más experiencia en los planteles a nivel de clubes y de selección. La opinión pública se ha ensañado con él porque a sus casi 35 años no mantiene el nivel físico de su plenitud futbolística.
Hace cuatro años que juega en uno de los clubes más grandes de Portugal, el Porto, donde ha obtenido una liga de dicho país y es uno de los referentes para la hinchada del Dragao. Lo sorprendente de la situación, es que Maxi llegó a los blanquiazules desde Benfica, el máximo rival, habiendo ganado todo con las Águilas.
Pasó ocho años en el club de Lisboa, que fue su puerta de entrada al fútbol europeo. Después de debutar en Defensor y defender su camiseta durante cinco temporadas, donde convertiría 26 goles en 135 partidos, emigró al Viejo Continente para escribir su nombre en la historia grande del club luso.
Fueron 333 partidos en la banda derecha, con 21 goles gritados y 9 títulos oficiales levantados (3 ligas, 2 Copas de Portugal, 3 Copas de la Liga y una Supercopa de Portugal). Se convirtió en una habitual de la oncena de sus entrenadores gracias a su buen criterio para incursionar en ataque, culminando generalmente con envíos aéreos tras los desbordes hasta la línea final.
Aunque todo este éxito a nivel de clubes fue coronado con su vasta trayectoria con la camiseta de Uruguay. Desde el 26 de octubre de 2005 (ante México), hasta la actualidad, tuvo la oportunidad de disputar las Copas Américas de 2007, 2011, 2015 y 2016. En Argentina, junto al resto de los muchachos dirigidos por Óscar Tabárez, gritó campeón. También viajó y fue partícipe de los Mundiales de 2010, 2014 y 2018, siendo pieza clave en el recordado camino hacia las semifinales (marcándole a Holanda) en Sudáfrica, donde la celeste sorprendió al mundo. A su recorrido le sumó la Copa Confederaciones de 2013 en territorio brasileño.
Son 125 partidos representando a su país, con más buenas que malas en su haber. Se ganó la confianza de Tabárez desde el comienzo del ciclo, logrando que lo hiciera un habitual en la retaguardia y sólo se vio remplazado cuando jugadores más jóvenes le empezaron a ganar la pulseada físicamente. Un baluarte, experiente y positivo para el grupo, con voz de mando pese a su escaso 1.73 de altura. Constantemente destacado por el jefe del Complejo Celeste.