Más allá de las dos victorias, el contenido del equipo y la forma de obtenerlas son lo que genera mayores ilusiones en este proceso celeste.
Uruguay jugó con un quinteto en donde cada jugador lo hizo en su puesto, y vaya si este no es un dato menor. Pudimos dejar atrás las “triples bases” para aparecer con un escolta y un alero definidos, jóvenes y que demostraron estar a la altura.
Los jugadores “experientes”, aunque no fueran habitués de la Selección, cumplieron con creces: Cabot, Haller y Borsellino resultaron vitales para ganar. Y los de siempre, Parodi, Vidal y Wachsmann, rindieron como suelen hacerlo.
Quizá lo más positivo fue lo de Emiliano Serres. El fraybentino mostró la evolución hecha en Argentina, se sintió en casa y aportó muchísimo en ambos lados de la cancha. Ante Paraguay brilló en lo ofensivo, pero con Panamá no precisó anotar para ser clave. Magnano supo sacarle jugo a sus 2.05, incluso en esa zona 2-1-2 que marcó el juego.
Lo de Joaquin Rodríguez no es novedad, pero en las últimas convocatorias había visto su protagonismo muy disminuido. Ahora volvió a verse al jugador con desfachatado que es, pero más maduro, tal como lo había hecho en el inicio de la Liga Nacional con Obras.
Nacho Xavier, Theo Metzger y Mauricio Arregui tuvieron prácticamente sus primeras apariciones con la selección absoluta, y en el debe nos quedaron las ganas de ver a Nahuel Lemos en cancha, lo cual no fue posible ya que debió permanecer en aislamiento. Pero está claro que más temprano que tarde el oriundo de Sayago podrá ver acción con la camiseta más linda de todas.
Hay futuro, es cierto. Pero lo más positivo de esta ventana es darnos cuenta que varios de estos jóvenes ya tienen presente de Selección. Llegaron para quedarse, y cuando se pueda hacer una nómina con jugadores que esta vez por distintas circunstancias no pudieron estar, sus nombres van a volver a aparecer en el roster celeste.