Por Agustín Basso
Hoy tengo el honor de poder contar lo que me tocó vivir aquel inolvidable 2 de julio del año 2010 en el Soccer City de Johannesburgo. Aquel día Uruguay eliminó a Ghana en un partido increíble y logró meterse en las semifinales de la Copa del Mundo.
El puñadito de hinchas de La Celeste que viajó a Sudáfrica se vio incrementado para aquel partido, pero las camisetas casi no se divisaban ante la ola de fanáticos ghaneses. Uruguay no se enfrentaba solo a su rival, sino que tenía en frente al último sobreviviente de África en el torneo, algo que provocó que todo el país anfitrión se volcara a apoyar a nuestro rival.
El Soccer City, ese gigantesco escenario con capacidad para 90.000 espectadores se ubica en las afueras de la capital. En los exteriores del estadio, durante las horas previas, todo era alegría y colorido en el Fan Fest como a lo largo de cada partido del Mundial, aunque no faltaban las cargadas.
Al ingresar al estadio, el sonido ensordecedor de las vuvuzelas provocaban un ambiente que te hacían sentir que estabas dentro de un panal de abejas. La totalidad de los asistentes hacían el aguante a favor de Ghana, ‘the Africa Pride’, mientras el puñadito de uruguayos intentaba hacerse sentir en el coloso de Johannesburgo.
El partido empezó y los nervios solo se calmaban gritando y cantando, lo que provocaba constantes discusiones con los encargados de seguridad, ‘celosos’ de que nadie se pusiera de pie más de lo necesario para no molestar la visión del resto. En esa instancia de un Mundial, con Uruguay jugándose el pase a semifinales, era muy difícil estar sentado mirando el partido “a la europea”.
El gol de Sulley Muntari cayó como un baldazo de agua fría, pero el empate de tiro libre de Forlán nos devolvió el alma al cuerpo, y también nos convenció de que el segundo tiempo sería nuestro. Con el marcador incambiado en el complemento, el partido se fue al alargue. Ahora sí, era de vida o muerte y los nervios eran incontenibles. La prórroga se iba y llegó la jugada de la mano de Suárez, la expulsión y el penal.
Nuestra reacción en la tribuna fue de incredulidad, de decepción; ahí se terminaba la aventura Charrúa en Sudáfrica. A nuestro alrededor, todo el estadio saltaba y celebraba ante nuestro desconsuelo. Gyan ejecutó la pena máxima, la pelota se desvió en el travesaño y el puñadito de uruguayos estalló de alegría. A los llantos nos abrazabamos con cualquiera que tuviéramos al lado, porque nos habían dado una vida más, una bala extra para seguir soñando.
Llegó el pitazo final y para nosotros Uruguay ya no podía perder. En lo anímico, los casi 90.000 africanos quedaron enmudecidos y los jugadores de Ghana cabizbajos, mientras que los leones Celestes y sus escuderos en la tribuna se habían agigantado ante la adversidad y afrontaban el momento de definición con toda la confianza.
La definición por penales se vivió con angustia, pero cuando Abreu fue a patear el último todos estábamos convencidos de que la pelota terminaría en la red, pero nadie imaginó el cómo. “El Loco” la picó y los uruguayos terminamos todos llorando abrazados en la tribuna, ante la decepción de los “locales” que habían quedado furiosos, porque marcaban que la mano de Suárez había implicado una trampa ¿Qué pretendían? ¿Qué se dejara hacer el gol? Evidentemente no se habían enterado de que Uruguay iba a hacer TODO lo que estaba a su alcance para mantener vivo su sueño, hasta el final.
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Tremendo!!!!!