El 4 de diciembre de 1997, en la ciudad de Marsella, el sorteo dictaminó que Estados Unidos e Irán se tenían que medir por la segunda fecha del grupo F, más precisamente, el 21 de junio de 1998, por la Copa del Mundo de Francia 1998.
Hasta ese momento todo era normal, pero, bastó con solo ver el gesto de Joseph Blatter cuando se confirmó el cruce para saber que se venían meses con mucha polémica en el mundo de los medios masivos de comunicación.
¿El por qué?, en 1979 se había producido la famosa “crisis de los rehenes”, donde por durante 444 días, los trabajadores de la embajada norteamericana en Irán fueron secuestrados en la ciudad de Teherán. Fue el punto cumbre de la Revolución iraní liderada por Jomeini. Uno de los pilares de los ayatolá era el fin de la injerencia americana en la política de la nueva República Islámica de Irán.
La previa del partido fue remarcar una y otra vez el contexto y el conflicto político. Khodadad Azizi, figura ofensiva de Irán, fue el primero en olvidarse de la diplomacia: “EEUU nos impuso una guerra de ocho años con Irak (1980-88) que costó la vida de medio millón de iraníes. Hay muchas familias de mártires deseando que ganemos. Tenemos esa obligación, es el partido de nuestras vidas”.
Todo gesto u omisión de tal, tenia una connotación política. Los líderes políticos iraníes se negaban a que su seleccionado oficiara de visitante ya que eso significaba que debían salir por detrás de EE.UU y acercarse a saludar tras los himnos nacionales.
Fue en ese instante cuando los protagonistas deportivos tomaron la posta y bajaron la tensión, el primero fue Tab Ramos, centrocampista norteamericano (nacido en Uruguay), quien dijo: “Esto es un partido. No nos tiene que preocupar nada más. Ni la crisis de los rehenes ni nada. Aquí no he escuchado a ningún compañero decir que tenemos que ganar con Clinton o nada similar”, este mensaje fue apoyado por Jalal Talebi, entrenador iraní, quien huyó de su país natal en 1980 debido a las restricciones que el régimen que Jomeini impuso sobre las prácticas deportivas, ¿el destino de su exilio? California, junto a su mujer y sus dos hijas.
Llego el día D y los protagonistas volvieron a dar una lección diplomática, los jugadores iraníes salieron al campo de juego con un ramo de rosas blancas para sus colegas norteamericanos y hasta posaron juntos. El resultado del partido fue anecdótico, Irán ganó 2-1, pero el resultado definitivo ya había sido mostrado. Aquella imagen de los dos equipos dejó boquiabiertos a los que buscaban algún tipo de polémica. Horas después del encuentro, el líder supremo de Irán, Ali Jamenei, lo llevó a su terreno: “El enemigo es grande y arrogante y les hemos hecho probar de nuevo el amargo sabor de la derrota”.
Pero ya era demasiado tarde para el odio, las federaciones ya habían establecido una cordialidad considerable, tal es así que 18 meses después, disputaron un amistoso en California.