Foto: Bruno Tasende
Para un medio que está acostumbrado a confiar más en los jugadores de afuera que en los propios, lo de Sayago fue toda una revolución durante este Metro, en que el que ganó desde el primer juego hasta el último.
En este país tenemos el pensamiento bizarro, así como el sueño de ver a los pibes de la cantera debutar en primera, y defender los colores, pero anhelamos que eso ocurra de la noche a la mañana. Queremos que tengan la experiencia para jugar, pero tenemos miedo de darles la oportunidad y perder. Es como si esperáramos que en algún momento de su formación estén caminando por la calle y les caigan 35 partidos de experiencia, y queden prontos.
Lamentablemente eso no sucede, y la mayoría prefiere traer Sub 23 de otros clubes, antes que los propios. Es irónico que nos saquemos cartel por los buenos resultados en los torneos de formativas, pero los chicos tengan que ir a otro club para crecer. Tristemente eso sucede en nuestro básquetbol, producto de ese auge de querer ganar, y no preocuparse en el mañana, esa presión por triunfar “o me echan”.
En un torneo de 13 equipos en el que no hay descenso, y dos ascensos, los números son bien simples: Solo dos van a ganar, y si los otros 11 tienen como única meta el ascenso, van a terminar perdiendo también. Sayago entendió esto a la perfección, y sabiendo que la Liga estaba lejos, fue en busca del futuro, de potenciar a sus “pibes” con referentes, de ganar al menos algo y tener un balance positivo al final del Metro.
Y vaya si ganó… Desde su primer encuentro ante Cordón demostró que iba a ser duro de vencer. Con el correr de los juegos Mateo Dogliotti se fue transformando en un fiel espejo de Germán Silvarrey. Dejó de ser el descanso del base, para atacar a la par, y trasladar el balón con mucha inteligencia, lectura del juego y una capacidad extraordinaria para generarse espacios para él mismo, y sus compañeros.
El rojo pudo disfrutar a Nahuel Lemos, que se había ido joven de la institución, pero volvió recargado, y explotó desplegando un buen juego en el poste, lectura, y además excelentes números desde la línea de libres y los 6.75. Se hizo una referencia a marcar para los rivales.
De las grandes sorpresas y revelaciones fue Brian Silva, que se ganó la titularidad y minutos en base a una defensa insoportable, y gran capacidad para ejecutar el juego colectivo, así como pensar y dar calma en los ataques. Fue de menos a más, y sin duda su consagración fue al anular a Jonatan Slider en la serie ante 25 de Agosto, siendo figura.
Emiliano Bonet fue el revulsivo del equipo. A veces apurado o tomando decisiones a la carrera, pero siempre descontrolando a la defensa rival. De los menos nombrados y de menor cantidad de minutos, pero Tomás De León y Gabriel Torales también estuvieron en cancha y demostraron que está capacitados.
Aunque no nació en Ariel y la vía, quien llegó como otro de los jóvenes a apoyar a sus compañeros fue Joaquín Jones, justamente oriundo de otro club, que como Sub 23 venía sumando algunos minutos, pero ahora no solo apoyó, sino que también fue creciendo partido a partido.
No fue que Sayago tuvo partidos en los que perdió rápidamente y puso a los pibes, de hecho, gran parte de los comienzos de juego fueron con tres Sub 23. Responsable de esto es Nicolás Díaz, que confió en ellos, pero principalmente sabía cuál era el proyecto y objetivo del club. Aún al punto de estarse jugando un punto valiosísimo y dejar a los pibes en cancha, afirmando: “Era momento de que se hicieran hombres”.
Esto tampoco fue algo que surgió de un día para el otro cuando el descenso se quitó. Esto comenzó desde que estos muchachos tenían 11, 12 años, desde ese momento se los fue preparando, con la ilusión de que en algún momento explotaran. Si bien el cuerpo técnico lo llevó a cabo, los dirigentes fueron los de la propuesta, y quienes depositaron la confianza en ellos.
Dejar a los pibes solos a la deriva tampoco era algo inteligente. Se necesitaba apuntalarlos y esto también lo entendió Sayago. Con Silvarrey, Arrillaga, la experiencia de Luis De León los ayudaron, pero en esta instancia no podemos no reconocer el aporte del Capitán, Gerardo Fernández.
Esta imagen tal vez sea la descripción de la importancia que tuvo. El “Lalo” festejando y todos los Pibes atrás de él, siguiéndolo. Más allá de su aporte en la cancha, fuera de ella era eso. Cuando se tiene alguien para aconsejar y guiar, además de solo el técnico, el crecimiento ocurre.
De perder partidos por falta de experiencia y nerviosismo que la juventud mismo trae, a ganar un juego de Playoff con Riauka y el “Bola” afuera por quinta. Ese ha sido el crecimiento de aquellos a quienes se les tuvo confianza, esos Sub 23 que de entrar pocos minutos, se hicieron hombres y llamaron la atención de grandes y chicos. Demostraron que si se les da confianza, y se les permite tener errores sin sacarlos a la primera, crecen.