Foto: Marcos Ferreira
Transpirando la camiseta y dejando todo, así fue el último partido de Danubio, que representó su torneo: Un equipo que juega al básquet como lo vive. Por eso le dedicamos esta columna.
Seamos sinceros, era el equipo por el que nadie daba nada. Las cosas hay que decirlas como son, y si el “Danu” ganaba un juego, ya era mucho. No fue uno, no fueron dos… De hecho fue mucho más que partidos que la franja ganó y principalmente demostró en este Metro 2020.
Desde su primera presentación, en la que además derrotó a Tabaré dejó en claro que iba a ser un rival difícil, pero más que nunca se afirmó al estandarte de que “los partidos hay que jugarlos”. Tal vez en cuanto a buen juego y talento no fueran los mejores, pero hay algo que no se compra con dinero, no se consigue con práctica, no viene con unos championes nuevos, y es la entrega. Con un capitán como Matías Nicoletti la actitud no iba a ser algo negociable, pero con el correr de los minutos de este primer cotejo, nos dimos cuenta que no era solo él, para todo el equipo dejarlo todo fue lo primordial.
Qué decir de Matías… el líder en todo sentido de este equipo, en juego, y en motivación, ese capitán que todos queremos en el cuadro, el que se tira de cabeza a todas, pero también el que se lesiona y te vuelve a entrar a la cancha para no “dejar tirado” al equipo, o como en su último partido, quiere estar en el banco, alentar a sus compañeros y vivirlo como un hincha más. En otras palabras, como Wilkerson lo describió: “Un loco lindo”.
¿Y vos Howard? Pff… Desde Tiktoker, hasta mediático, todo eso es este, ¿extranjero? que hizo del básquet su manera de vivir, y desde allí transmitió su lucha contra el racismo. Siempre que su equipo lo necesitó estuvo ahí para fajarse con el que fuera y dejar hasta la última gota de sudor por el equipo, pero sin desmerecer este aspecto, lo más importante fue demostrar que el básquet no es solo un deporte, que puede ser una catapulta para reclamar por los derechos de cada persona, para defenderlos, y para ser escuchados.
Dentro de este plantel nos encontramos con dos gratas sorpresas, que aunque ya conocíamos nos sorprendieron. Hablamos de los más chicos, de Santiago “Tati” Fernández y Ramiro Da Costa Porto. Se fueron ganando sus minutos, el cariño de los hinchas y terminaron consolidándose como los sextos hombres de este conjunto.
El resto del equipo jugó a lo mismo, dirigidos por Nicoletti en cancha y Guido Fernández (a quien le dedicaremos un párrafo aparte) lograron eso de lo que estábamos hablando. Los jugadores de Danubio jugaron como hinchas, y en un tiempo en el que todo se rige por contratos y el quién da más, eso no es poca cosa. Con su entrega y pasión hicieron que lo imposible pareciera posible. Lograron que cualquiera que los viera jugar se enamorara de este deporte e internamente tuviera ese deseo de que ganaran.
Dijimos que íbamos a dedicarle un espacio aparte y acá estamos. Seguramente este Metro lo vamos a recordar como “el técnico del ascensor”, pero eso solo fue una demostración de lo que puede lograr este entrenador joven. Guido Fernández tomó un equipo del que conoció sus debilidades, y en base a eso edificó un juego que lo mantuvo en partido la mayoría de los encuentros. Leyó bien las situaciones, plasmó bien las jugadas e hizo las veces de jefe de la barra, pidiéndole aliento a sus muchachos en cada defensa y demostrando, una vez más, que el básquet se gana con talento, buen juego, pero hay un porcentaje importante que viene desde la actitud. El ascensor no fue un evento aislado, fue una representación de las innovaciones tácticas que tiene para dar. Este Metro nos dejó un técnico joven del que esperamos ver mucho más, y ojalá hayan muchos más Guidos en el futuro.
Pudo haber terminado último, pudo haber ganado solo dos partidos, pero la tranquilidad de haber dejado absolutamente todo, y más, a Danubio no se la quita nadie. ¡Gracias por hacernos vibrar en cada partido! Aún en este último ante el líder. Hasta la próxima.